Un pensamiento devocional

viernes, 3 de junio de 2011

Un pensamiento devocional...

Jehová cumplirá Su propósito en mí” -Salmo 138:8.
    Juan Buyán, vivió en Inglaterra en el siglo XVII, durante el reinado del malvado y abusivo, el rey Carlos I. Durante ese tiempo, la Iglesia de Inglaterra (llamada más tarde la Iglesia Anglicana)  era la iglesia oficial de la nación, la cual ejercía poder absoluto sobre los ciudadano. El clero de la Iglesia ejercía poderes absolutos sobre el pueblo. Por ejemplo, el sacerdote de la localidad donde vivía Juan Buyán, decidió cancelar el servicio eclesiástico del domingo, y se fue del pueblo para demostrar su autoridad. La gente del pueblo, se puso furiosa y como venganza, bautizaron una oveja y la pusieron en el altar de la iglesia para que les predicara el sermón de la mañana.
     A pesar de todo, y como en todas las épocas, siempre quedó un remanente fiel, amadores de Dios y de Su Verdad. Este remanente comenzó a apartarse de la Iglesia de Inglaterra para reunirse en las casa a buscar a Dios. Los líderes de la Iglesia comenzaron a perseguirlos, llamándoles “los inconformes” y excomulgándolos de la Iglesia de Inglaterra, la única iglesia aceptada en la nación.
     Juan Buyán, había quedado huérfano a los 15 años, y desde ese momento se había dedicado hacer trabajos de herrería a domicilio. Por su condición social y económica, Juan Buyán no tuvo  mucha educación formal. Juan encontró a Jesús en una de esa reuniones en las casas de “los inconformes”, y se llenó de pasión por Jesús y por Su Reino; tanto así, que se convirtió en un predicador ambulante. Los “eruditos” de la iglesia, se burlaban y perseguían a ese tipo de predicadores: “los no educados”, acusándoles de herejes. Uno de esos “eruditos” de la iglesia, lo era el propio suegro de Juan Buyán. ¿Pueden imaginarse las presiones que Juan tuvo que soportar?
    Pero a pesar de todo, Juan Buyan siguió predicando a Jesús con pasión y perseverancia. El 12 de noviembre de 1660, mientras llevaba a cabo una reunión de oración con un grupo de nuevo convertidos, las autoridades eclesiásticas arrestaron a Juan Buyan, acusándolo de hereje. El suegro de Juan le prometió ayudarlo a salir de la cárcel, si le prometía no volver a predicar y se dedicaba de nuevo al trabajo de herrero. Juan se encontraba en una situación desesperada: su primera esposa había muerto, dejándolo al cuidado de cuatro niños, la mayor de los cuales era ciega. Se había casado por segunda vez con la hija del “erudito” de la iglesia y ésta estaba embarazada en el momento de su encarcelamiento. A pesar de la presión de la ley, de la iglesia y de la familia, Juan no se retractó de su fe.
     Por meses, su esposa se dedicó a viajar a Londres, utilizando los escasos recursos que tenía, para solicitar la excarcelación de su esposo. En uno de esos viajes, se encontró con un juez que le prometió ayudarla si convencía a Juan de no volver a predicar. Pero ella con seguridad le contestó:
- “Mi Señor, Juan Buyán predicará mientras pueda hablar”.
    Juan Buyán estuvo preso por 12 largos años, hasta que murió a la edad  de 60 años. Aunque la Iglesia de Inglaterra y el rey, apresaron a Juan Buyan, no pudieron silenciarlo. Al morir habían escrito y publicado clandestinamente seis libros que fueron ampliamente difundidos por toda Inglaterra y el mundo. El más conocido de todos ellos lo es “El progreso del peregrino”, en el cual detalla el largo camino de un creyente hasta la salvación. Ese hombre que apenas sabía leer y escribir, logró escribir un libro que se convirtió en un clásico dentro de la literatura cristiana de todos los tiempos. Ese es quizás, el segundo libro religioso más traducido y leído en el mundo, después de la Biblia. Ciertamente, Juan Buyán demostró que amaba a Jesús con todo su corazón y todas sus fuerzas; y que no se avergonzaba ni de su Señor ni del Evangelio. ¿Y tú?
Por: Griselle M. Trujillo   gtrujillo913@gmail.com

jueves, 2 de junio de 2011

Un pensamiento devocional...

Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán a tu santo monte”-Salmo 43:3.  Estudiemos- Hebreos 12:18-29; Isaías 6:1-13
     A veces, leemos el Pentateuco, los cinco primeros libros de la Biblia, o cualquier otro libro de la Biblia, como si fuera una novela de CorínTellado. Pero la realidad es que las revelaciones divinas en su monte, no son “un pellizco de un manco” para aquel que las recibe.  
     El escritor de las carta a los Hebreos, nos relata lo sucedido en los cuarenta días de revelación de Dios a Moisés. Moisés tuvo que ir al monte solo, Josué lo acompañó hasta el pie de la montaña, pero le fue prohibido subir más. Las experiencias en el monte de Dios se tienen que pasar a solas. Una nube espesa cubría el monte; se veían rayos y luces, se oían truenos y voces…
      Fue tanta la majestad y la gloria de aquella revelación que el pueblo se cubrían los ojos y los oídos; y no querían acercarse al monte por temor a morir… Fue tanta la majestad, el peso y la gloria de aquella revelación que el pueblo pensó que Moisés había muerto; y cuando volvió al campamento tuvo que tapar su rostro porque el pueblo no podía tolerar el resplandor de su rostro. Sí, la revelación de Dios a Moisés fue extraordinaria; para poder recibirla Moisés tuvo que pagar un alto precio, también; tuvo que morir a sí mismo, a su carne, a su criterio, a su voluntad y aun a la debilidad de su longevo cuerpo.
     Aunque el precio de recibir la revelación fue alto, la recompensa de ella también fue bien grande. La gloria de esa revelación le dio tal fuerza al anciano Moisés, que por otros cuarenta años, fue capaz de conducir al pueblo por el desierto, gobernándoles con sabiduría y poder. Cuando leas el Pentateuco, o leas los escritos del apóstol Juan, léelos con agradecimiento, sabiendo que tanto Moisés como Juan, tuvieron que renunciar a todo con tal de subir al monte a ver lo que ojo no vio ni oído oyó para dejarlo escrito en libros, para que nosotros pudiéramos conocer el amor de Dios en Cristo. Juan describe el impacto de la gloria de Dios en su carne al decir: “…cuando le vi, caí como muerto a sus pies…- Ap. 1:17.
    ¿Quién puede ver a Dios y no quemarse con su gloria y esplendor? ¡Nadie!. Esa fue la misma experiencia que tuvo el profeta Isaías… En el capítulo 6 de su libro, Isaías relata su experiencia de monte con la gloria de Dios. Dice que un día, mientras se encontraba en el templo, entristecido por la muerte de su rey Uzías (un rey bueno, que había beneficiado mucho al pueblo), tuvo una visión de Dios, su trono y de la adoración celestial. La reacción de Isaías fue semejante a la reacción de Moisés y de Juan:
-“Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy hombre muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos”.
    Aunque el libro de Isaías no lo dice, el precio que el profeta tuvo que pagar por ese llamado fue también extraordinario; la tradición judía dice que murió aserrado- He. 11:37.
    Algunos enseñan que como ya Jesús pagó todo el precio en la cruz del Calvario, es muy sencillo ver la gloria de Dios y no hay nada que pagar… Bueno, yo no sé, pero a mí me parece que al precio que la Escritura se refiere, y Jesús se refería (al decir: “Toma tu cruz y sígueme”) es a la muerte a la carne, a los deseos de ser estrella en el firmamento cristiano, de brillar por nuestra propia cuanta; porque al Monte de Dios se entra solo y desnudo – sin títulos, sin organizaciones religiosas, sin liturgia, apariencias, mentiras, programas, espectáculo, conciertos... ¡Ups! Y cuando quitamos todas esas cosas… ¿qué nos queda?
    A mí me parece que todo aquel que ve al Señor en Su trono alto y exaltado, no tiene otra cosa que hacer que reconocer que es demasiado pequeño y vulnerable, pecador y débil para toda esa gloria y majestad… Que aunque veamos al Padre a través de Jesucristo, con todo… la visión del Cristo glorificado es extrema:
Y me volví para ver de quién era la voz que hablaba conmigo. Y al volverme, vi siete candelabros de oro; y en medio de los candelabros, vi a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido con una túnica que le llegaba hasta los pies y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la blanca lana, como la nieve; sus ojos eran como llama de fuego; sus pies semejantes al bronce bruñido cuando se le ha hecho refulgir en el horno, y su voz como el ruido de muchas aguas. En su mano derecha tenía siete estrellas, y de su boca salía una aguda espada de dos filos; su rostro era como el sol cuando brilla con toda su fuerza. Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y El puso su mano derecha sobre mí, diciendo: No temas, yo soy el primero y el último,”- Apocalipsis 1:12-17
    ¡Hoy es un buen día para pedirle al Señor que nos suba al “monte de la revelación” aunque el precio a pagar sea alto; aunque al verlo caigamos como muertos al suelo, aunque cuando bajemos tengamos que cubrirnos el nuestro rostro delante de todos aquellos que no entiendan ni quieren entender! Me parece que hoy es un buen día para orar: “¡Señor, yo quiero ver tu gloria cueste lo que cueste!”
Por: Griselle M. Trujillo   gtrujillo913@gmail.com

miércoles, 1 de junio de 2011

Un pensamiento devocional...

 Todos los que quieran vivir piadosamente… sufrirán persecución”- 2 Timoteo 3:12- Estudiemos- 2 Timoteo 3:1 al 4:8                                                
     Actualmente, el cristianismo es la religión más perseguida del mundo. Estamos llegando al tiempo profetizado por Jesús, tiempos en los que "la fe costará la vida". Corea del Norte continúa siendo el país más peligroso para los creyentes en Jesucristo. El crecimiento del fundamentalismo musulmán en el mundo hace la vida más insegura para los cristianos que viven en estos países, especialmente en Nigeria, África. La libertad de religión es violada a diario en el mundo. Por lo menos, 200 millones de cristianos alrededor del mundo sufren interrogatorios, arrestos, y muerte por causa de su fe en Cristo, eso sin tomar en cuenta a otros grupos que van de 200 a 400 millones que padecen discriminación y enajenación- Tomado de Open Doors International Armado: Iglesia en Marcha .net.
     Por ejemplo, en China existe un grupo cristiano clandestino llamado “Tres grados de sirvientes”, con un número estimado de más de medio millón de seguidores. El líder de la agrupación, Xu Shuangfu, fue acusado de “trabajo misionero ilegal y organización de actividades de culto perverso”. Después de un corto e injusto juicio, Xu Shuangfu fue sentenciado a más de diez años de reclutamiento en un campo de trabajo forzado. Pero más tarde en abril de 2004, la Administración de Justicia de la provincia de Heilongjiang acusó a Xu Shuangfu, Li Maoxing y otras personas de estar involucradas en el asesinato de 20 miembros de la denominación “Luces de oriente”, así como de fraude y otros crímenes. Más de diez abogados de Beijing y las provincias de Shandong y Heilongjiang intentaron en vano defender a las víctimas. En marzo del 2005 el juicio concluyó con sentencias de muerte para todos. Varias víctimas revelaron haber sido interrogadas con torturas inhumanas. A fines de noviembre los líderes de la iglesia clandestina china fueron ejecutados en secreto a fines de bajo el cargo de asesinato, sin que sus familiares y amigos tuvieran ni siquiera acceso al cuerpo de su amado.
¿Amarás a Jesucristo tanto como para pagar precio de muerte por confesarlo?
    Éstos son algunos de países del mundo donde la Iglesia de Jesucristo ha sido reprimida y perseguida: Corea del Norte, Arabia Saudita, Laos, Vietnam del Norte, Irán, Turkmenistán, Islas Maldivas, Bhután, Myanmar (Birmania), China, Somalia, Pakistán, Afganistán, Islas Comores, Sudán, Uzbekistán, Yemen, Eritrea,  Egipto, Azerbaiján, Nigeria (norte), Libia, Marruecos, Cuba, Brunei, Qatar, Túnez, Rusia (regiones musulmanas), Tayikistán, Irak, India, Sri Lanka, Djibouti, Indonesia, Argelia, Nepal, Turquía, Mauritania, Emiratos Árabes Unidos, Kurdistán, Omán, Kuwait, Belarús (Bielorrusia); Jordania, Bangladesh, Siria. 
Hoy es un buen día para levantarse a orar por los cristianos perseguidos en el mundo
Por: Griselle M. Trujillo  gtrujillo913@gmail.com