Un pensamiento devocional

viernes, 6 de mayo de 2011

Un pensamiento devocional...

Entonces El dijo: ``Esconderé de ellos mi rostro, veré cuál será su fin; porque son una generación perversa, hijos en los cuales no hay fidelidad.” – Deuteronomio 32:20
    En el capítulo 15 de Hechos de los apóstoles, encontramos al apóstol Pablo teniendo un serio altercado con su compañero de ministerio: Bernabé. El causante del desacuerdo fue cierto discípulo llamado Juan, a quien apodaban Juan Marcos. Éste había salido en el grupo misionero de Pablo, pero al llegar a Perge de Panfilias, sin explicación aparente, se aparto de ellos y se fue a Jerusalén- Hechos 12:25; 13:5,13.
     Un poco más adelante en el relato, encontramos a Pablo anunciando que tenia la intensión de regresar a las iglesias que había fundado para supervisar su crecimiento espiritual. Bernabé le sugiere a Pablo que le permita que Juan Marcos les acompañe. Pablo no acepta la sugerencia argumentando que Juan Marcos había “desertado a la obra”- 13:38.
   La palabra que se utiliza en ese texto es “aphistemi”- la cual significa “ser infiel, desleal, apartarse de la voluntad de Dios”. También significa “quedarse solo, ser voluntarioso”. El asunto escala en una agria disputa entre Pablo y Bernabé; lo que provoca la separación en el ministerio de esos dos colosos de la fe. Pablo se fue a Siria y Cilicia; y el texto dice muy específicamente que fue encomendado, enviado con y la bendición del Señor – v. 39. Mientras Bernabé se va con su sobrino Juan Marcos a Chipre por enojo y orgullo, sin que nadie lo hubiese enviado, sin que esa fuera la perfecta voluntad del Señor- v. 39.
   ¿Cuál fue el resultado de todo ese lío? Hoy día, dos mil años después de ese incidente nosotros estudiamos los escritos de Pablo, como escritos canónicos, producidos por el Espíritu de Dios, sin embargo después de ese incidente de Hechos 15, muy poco o casi nada se supo de Marcos ni de Juan Marcos.
    ¿Qué sucedió en el conflicto? ¿Juan Marcos perdió su salvación por no haber obedecido a su líder? No, en ninguna manera. Pero la personalidad agresiva-pasiva de Juan Marcos le impidió cosechar bendiciones porque no se dejó dirigir por el Espíritu Santo.
   ¿Qué es un agresivo-pasivo? Es un tipo de personalidad que aparenta ser muy amable, fiel y dispuesta al trabajo que se le asigna; pero que al poco tiempo, sin razón aparente, pierde interés en lo que hacía y abandona su puesto y las tareas asignadas. El agresivo-pasivo no le permite a ningún líder que lo confronte en su defecto de carácter. Por el contrario, cuando el agresivo-pasivo es confrontado con su falta de carácter se alía con la falta de carácter de otro (en ese pasaje, con la falta de carácter de su tío Bernabé) para encontrar apoyo y justificación a su acción infiel y desobediente. Los creyentes con una personalidad agresiva-pasiva hacen mucho daño dentro del cuerpo de la iglesia porque tiene esa apariencia de bondad y disposición al ministerio, pero en su interior lo que tienen suprimido es la agresión, la ira, el coraje que los conflictos en el pasado le produjeron y nunca fueron sanados. El agresivo-pasivo hace mucho daño porque divide la iglesia, divide el cuerpo.
   ¿Fue correcta la posición de Pablo en esa situación? Sí, Pablo hizo lo correcto; por encima de lo que el “ay bendito” puertorriqueño pueda decir, el líder correcto tiene el deber de confrontar las deficiencias y debilidades de carácter de sus discípulos. Aunque en nuestro humanismo podamos decir: “Pobrecito de Juan Marcos, él era joven y sólo quería regresar al trabajo del Señor”; la Escritura establece que los infieles son perversos – Deuteronomio 32:20. Jesús mismo dijo en Lucas 12:43 que ser infiel es igual a ser incrédulo y que el infiel, el que abandona la obra por rebelión no entrará en su reposo. ¡Ups! Fuerte, muy fuerte. Pero no lo dijo ni Pablo ni Pedro ni Juan ni Moisés; lo dijo el Rey de reyes y Señor de los señores.
   El agresivo-pasivo abandona sus responsabilidades y esa acción lo hace infiel e incrédulo porque no respetó lo que Dios, a través de su líder, le ordenó que hiciera. Ese tipo de infidelidad  tiene que ser confrontada porque al agresivo-pasivo se le hace imposible reconocer su error, su deficiencia por sí mismo porque tiene el corazón endurecido en esa área. El propósito de toda disciplina y confrontación amorosa es que el agresivo-pasivo se arrepienta y pueda ser restituido a su posición original. Y tú me dirás: “Pero Pastora, eso era lo que quería Juan Marcos, volver al grupo misionero de Pablo”. Sí él quería volver, pero sin arrepentimiento. Lo que Juan Marcos hizo implicaba: “Trabajo cuando me dé la pura y regalada gana, me voy cuando me dé la gana y regreso cuando me dé la gana y nadie tiene que meterse en ese asunto. La vida es mía y yo hago con ella lo que me dé la gana”. Contrario a lo que pueda decir el Evangelio de la super gracia Escritura es muy clara al establecer que sin arrepentimiento no hay perdón de pecado. El arrepentimiento es un requerimiento escritural para la restitución – Santiago 5:19-20. Arrepentimiento es dar una vuelta, no volver a hacer lo que se hizo antes. En el caso de Juan Marcos, Pablo sabía que tan pronto se cansara, volvería a dejarlos.
    Hoy es un buen día para escrutar nuestro carácter. Busquemos si hemos justificado nuestra agresividad-pasiva. Si encontramos que hemos sido agresivos-pasivos en el pasado, arrepintámonos, pidamos perdón, lavemos ese pecado en la sangre de Cristo y pidámosle al Espíritu Santo que nos dé fidelidad, fe y perseverancia. Si conoces un agresivo-pasivo, confróntalo con su pecado de forma amorosa, pero firme. Y nunca te alíes con él por humanismo; porque serás tan culpable como él.

Griselle M. Trujillo   gtrujillo913@gmail.com

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