Un pensamiento devocional

martes, 17 de mayo de 2011

Un pensamiento devocional...

Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados; Vuélvete a Mí porque Yo te redimí”- Isaías 44:22. Estudiemos- Lucas 15:1-32
       Un principio bíblico por el cual debemos juzgar todas las cosas es: Que Dios ama a los perdidos, sufre por su condición de pecado y quiere alcanzarlos. Como Iglesia debemos entender que de la misma forma en la que Dios nos persiguió con amor eterno hasta alcanzarnos, así está persiguiendo y tratando de alcanzar a los otros; porque Dios no tiene hijos predilectos, Dios no hace acepción de personas, y porque Dios es el mismo ayer, hoy y por los siglos. No hay comparación más efectiva para demostrar el amor de Dios por los perdidos que la parábola del hijo pródigo. Hijos pródigos son aquellos que deciden gobernar sus vidas como les da la gana, abandonando el gobierno moral de su padre, su casa y Reino. El Padre decide permitirle que paguen las consecuencias de sus actos; pero siempre deja la puerta del retorno, del perdón y de la misericordia abierta. Aunque la parábola fue relatada por Jesús hace unos dos mil años, historias semejantes siguen sucediendo en todo el mundo.
    Este relato te lo demostrará:
    Un joven dejó el techo de la casa de sus padres para irse a vivir en disipación y pecado. El corazón de su padre quedó desecho, pero respetó la decisión de su hijo. Continuamente miraba hacia al camino mientras decía:
- ¡Hijo, ven; regresa a casa!
   Pasaron cuatro largos años, una noche mientras aquel joven se encontraba en una riña por una cuantiosa deuda de drogas, un sicario enviado lo encañonó para matarlo.
- “Esta noche morirás tirado, solo en esta callejuela de la ciudad”- le gritaba su conciencia.
   Pero la bala se encasquilló en la pistola y el sicario no pudo matarlo. Milagrosamente, un carro de policías se acercó al lugar y el sicario salió huyendo. Por mucho tiempo, el joven estuvo allí tirado en el suelo llorando su necedad.
- “¿Qué puedo hacer ahora? No tengo nada, todo lo he gastado en juegos, mujeres y drogas. ¡Oh, si pudiera volver a casa de mi padre¡ ¡Quizás me reciba!, no lo sé”.
      El muchacho, caminó kilómetros y kilómetros para llegar a la casa de su padre. Cuando llegó era de noche, sin saber por qué, probó abrir la puerta; y para su sorpresa, la puerta estaba sin seguro. Entró a la casa del padre y lo encontró allí en la sala de rodillas, orando.
- “Padre, ¿por qué la puerta está sin seguro a esta horas de la madrugada?”- le preguntó el muchacho a su padre.
      Con lágrimas en sus ojos el padre le contestó:
- “Por cuatro largos años, esa puerta ha estado abierta, la lámpara encendida y yo de rodillas porque sabía que algún día, cuando te hastiarías del pecado y volverías a casa. – Citado en http://www.witandwisdom.org/ (no tenía nombre del autor).
     Los brazos de Jesús extendidos en la Cruz representan la puerta del cielo abierta esperando que los hijos pródigos vuelvan en sí, se harten de su pecado y decidan regresar a casa.
    Hoy es un buen día para orar por todos aquellos hijos pródigos que conocemos. Pidámosle al Padre que nos envíe a buscarlos y traerlos de regreso a casa.
Por: Griselle M. Trujillo       gtrujillo913@gmail.com

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