Un pensamiento devocional

lunes, 16 de mayo de 2011

Un pensamiento devocional...

 Pon mis lágrimas en tu redoma. ¿No están ellas en tu libro?”- Salmo 56:8- Estudiemos Apocalipsis 5:1-14; 7:17; 21:4; He. 5:7
   La Biblia dice que ni una nuestras lágrimas cae al suelo y se pierde; porque nuestro Padre, Precioso, Bello, Amoroso, las recoge todas en copas de oros y las pone como memorial delante de su altar. Cuando es el tiempo correcto para contestar nuestras peticiones y súplicas, Dios le echa fuego de su altar y las lanza a la tierra, provocando con ellas estremecimientos y cambios en el mundo espiritual.  Ciertamente nuestras lágrimas y oraciones tienen peso delante de Dios.
    Esta historia lo ilustras:
Poco después de la Segunda Guerra Mundial una mujer entró en una tienda de alimentación y pidió comida suficiente para una comida de aquel duro invierno para sus hijos. Cuando el dueño preguntó cuánto podría pagar, ella respondió:
-"Mi marido murió en la guerra. La verdad es que no tengo nada que ofrecer más que una pequeña oración." El hombre, un incrédulo inmutado ante la necesidad de la mujer, dijo sarcásticamente:
-" Escriba su oración en un trozo de papel, y le daré su peso en artículos de alimentación." Para su sorpresa, ella sacó una nota doblada del bolsillo, y se la dio.
-" Ya la escribí anoche, mientras velaba a mi hijo enfermo”- contestó de inmediato.
Sin siquiera leerla, la puso en un platillo de sus anticuadas balanzas.
- "Bueno, veremos para cuánta comida vale”- masculló." Para sobresalto suyo, no sucedió nada cuando puso una hogaza de pan en el otro platillo.  Pero se sobresaltó más cuando añadió otros artículos y seguía sin suceder nada. Finalmente dijo malhumorado:
-" Bueno, ya no cabe más, de todas maneras. Aquí tiene la bolsa. Tendrá que ponerse las cosas usted misma.  ¡Estoy ocupado!”
   Con un sollozante "¡Gracias!" la mujer salió feliz. El tendero descubrió poco después que tenía las balanzas averiadas.  Con el paso de los años, seguía preguntándose si aquello había sido una mera coincidencia. Constantemente se preguntaba:
- “¿Por qué la mujer tenía la oración ya escrita antes de que él se la pidiera? ¿Cómo es que vino justo en el momento en que el mecanismo se había roto?” 
    Hoy es un buen día para darle gracias a Dios porque nuestras oraciones, nuestras súplicas y nuestras lágrimas tiene peso de gloria delante de Dios; porque ni una de ellas quedará sin ser contestadas si han sido hechas conforme a Su voluntad para nuestra vida.
Por: Griselle M. Trujillo  gtrujillo913@gmail.com

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