Un pensamiento devocional

viernes, 1 de abril de 2011

Un pensamiento devocional...

pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.”- Hechos 1:8; “Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” – Mateo 28:19-20;  Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.”- Lucas 16:15
    El principio por el que debes vivir el día de hoy es el siguiente: “Nada ni nadie es un accidente en tu vidas. Todo lo que te ocurra, todas las personas que te rodean son parte del plan providente de Dios para tu vida hoy. Él espera que uses tus circunstancias para impactar con el poder y el amor del Evangelio de Cristo a todos aquellos que en Su providencia Él ponga a tu lado. Dios te regala un tiempo hoy, por el cual tendrás que dar cuenta. Él espera que lo vivas con responsabilidad, lleno de luz, amor y santidad; para que al verte otros quieran del agua de vida que fluye a través de ti.
- “¿Qué contestaste…? ¿que no te atreves…?; ¿que no sabes Biblia…?; ¿que no eres evangelista… ni pastor ni maestro?; ¿que eres joven o gago…?; ¿que no tienes tiempo…?; ¿que tu jefe, tu esposo/a, tu padre o madre no te lo permite…? ¿qué tu agenda…?”
    Pues déjame decirte que ninguna de esas excusas te sirve delante de Dios… Él espera que seas su testigo dondequiera, comoquiera y delante de quien sea. El Señor no espera que seas un intelectual ni un orador ni un extraterrestre para que des testimonio de Él y de Su amor… Él sólo espera que de forma sencilla, casual pero intencional le cuentes a otros lo que has encontrado en Su salvación y en Su Reino.
   Escuché al profeta Dave Martin contar la siguiente historia.
Una de las personas que trabajan en su equipo ministerial, fue al supermercado a comprar víveres para su familia. Mientras cotejaba la firmeza de los tomates se dio cuenta de que una niñita de unos seis años la observaba con los ojos bien abiertos. Ella la miró y le sonrió, y la niña le preguntó:
- ¿Cómo hace eso, señora?
   Ella pensó que la niña se refería a la forma en la que revisaba los tomates, y de forma casual le contestó:
- Pues, toco con alguna firmeza los tomates porque no quiero comprar tomates que estén muy maduros…
    La niña le interrumpió diciendo:
- ¡No, no me refiero a los tomates! Quiero saber cómo hace que su piel brille de esa forma.
   La mujer se puso nerviosa, no sabía que su piel brillaba. Se miró en uno de los cristales de las neveras del supermercado y se dio cuenta de que efectivamente su rostro brillaba y sus brazos y sus manos… Ese es un milagro que está pasando comúnmente en el ministerio de Dave, pero a ella nunca le había sucedido. Así que se volvió a la niña y le contestó:
- “¡Oh mi santa niña, esa es la presencia de Jesús en mí!”
- “Pues mi mamá tiene que ver esto…” – dijo la niña mientras se iba a buscar a su mamá.
   Poco tiempo después la niña llegó al lado de la mujer trayendo a su mamá por la mano.
- “¿Puedes verlo, mamá? Esta señora brilla…”- le dijo la niña a la mamá.
    Nerviosa la señora de los tomates le explicó, como pudo, el milagro de la luminosidad en aquellos que pertenecen al ministerio de la Iglesia de Jesucristo. Pero mientras hablaba con la mamá de la niña, el Espíritu Santo le dio una palabra profética para la madre de la niña que decía:
- “El Señor me dice que le diga, que desde hoy su esposo no volverá a golpearla más. Ahora el Señor está sanando ese tumor que tiene en el pecho a consecuencia de un golpe que su esposo le dio
   Sorprendida y conmovida por aquella palabra que solamente podía venir del corazón de Dios, pues aquella mujer nunca la había visto, comenzó a llorar… allí mismo en los tomates…
   Allí oraron, la mamá de la niña recibió a Jesús como su Salvador personal y el tumor de su pecho desapareció al instante. Intercambiaron números de teléfonos y se despidieron.
  Al otro día la madre de la niña llamó a la mujer de los tomates para decirle que al llegar legar a la casa, su esposo le pidió perdón por agredirla y le prometió que jamás lo volvería a hacer… sin que mediara otra palabra…
   ¿Ves? Ser testigo del Señor no es nada difícil… Es sencillamente permitirle al Señor que nos use como Él quiera y en el lugar que Él escoja, aunque sea mientras apretamos tomates en el supermercado… Así que no tienes excusa, ¡hazlo! Hoy brilla en el sitio donde estés y dejale el resto al Señor…
Por: Griselle M. Trujillo  gtrujillo913@gmail.com

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