Un pensamiento devocional

miércoles, 23 de marzo de 2011

Un pensamiento devocional...

Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis juzgados; mirad, el Juez está a las puertas.” – Santiago 5:9
El principio que estudiamos es éste: El creyente debe vivir su vida con pasión, como si cada día fuese el último de su vida; sabiendo que tendrá que dar cuenta de lo que hizo con los segundos, minutos, horas, días, meses y años que el Creador les concedió.
       Así vivió su vida  el famoso millonario Alfred Vanderbilt (1877-1915): vivió sirviendo a otros hasta el último día de su vida. En mayo del 1915, a los 37 años, Vanderbilt abordó un lujoso barco inglés de pasajeros junto a otros 1,961 pajeros, el cual había sido bautizado como El Lucitania.
      Un submarino alemán, torpedeó el barco, y en dos horas 1,198 de sus pasajeros y tripulantes, murieron en las frías aguas del Océano Atlántico del Norte, frente a las costas de Irlanda del Norte. Los pocos sobrevivientes del naufragio relataron la forma en la que Vandervilt uso el poco tiempo de vida que le restaba para ayudar a otros. Su prioridad fue salvar niños y madres con niños pequeños, haciéndoles cabida en los botes salvavidas… Aun en los últimos momentos, cuando ya los botes salvavidas se habían separado del barco y el Lusitania comenzaba a hundirse, Vanderbilt le dio el salvavidas que tenia puesto a una madre con un pequeño…
   Y tú que hubieran hecho en esas circunstancias? No todos tenemos el privilegio de saber cuál será el último momento de nuestra vida… De hecho, la mayoría de nosotros vivimos como si nuestras vidas físicas fueran eternas. La advertencia bíblica para aquellos que piensan de esa forma es: Necio, esta noche vienen a pedir tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?  Así es el que hace tesoros para sí y no es rico para Dios.
   Mi papá no fue un hombre religioso, tampoco fue rico ni profesional como Vanderbilt; pero fue un hombre esforzado y trabajador; un gran padre y un gran ciudadano. Tuvo el privilegio de saber el tiempo de su muerte… Una madrugada, dos semanas antes de su fallecimiento, le dijo a mi mamá que llamara a todos sus hijos porque quería despedirse; sabía que iba a morir. En poco tiempo todos llegamos a su lado… Nos dijo que iba a morir y que por eso se quería despedir de nosotros. Todos lo abrazamos y lloramos… A pesar del dolor que le causaba el saber que pronto no estaría con nosotros; tuvimos la grata experiencia de oír a nuestro padre evaluar su vida.
    Puso sus brazos debajo de su cabeza, y mirando al techo del cuarto, nos dijo: “Yo me voy feliz, he tenido una gran vida… No me puedo quejar… He tenido todo lo que un hombre puede anhelar: una buena y fiel esposa, cinco hijos, inteligentes, dignos, trabajadores, esforzados; casa y trabajo. Me voy feliz… Lo único que me da tristeza es dejar a Lila sola (así llamaba a mi mamá)”.
    Ninguno de nosotros sabemos si el Señor nos dará tiempo de evaluar nuestra vida y despedirnos de nuestros amados como lo hizo mi papa… Por eso, debemos vivir cada día como si fuera el último día de nuestras vidas.
Por: Griselle M. Trujillo  gtrujillo913@gmail.com

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