Un pensamiento devocional

jueves, 31 de marzo de 2011

Un pensamiento devocional...

Entonces el centinela gritó: Oh Señor, de día estoy yo continuamente en la atalaya, y todas las noches permanezco en mi puesto de guardia. – Isaías 21:8
    En varios devocionales, les he hablado de los hallazgos arqueológicos en la antigua ciudad de Pompeya. Les hablé de los cadáveres calcinados de aquellos ciudadanos pompeyos que fueron sorprendidos en sus actividades rutinarias por la ola de lava ardiendo, procedentes del volcán Vesubio en el año 79d.C.
    El otro día vi un reportaje de esas ruinas, y mostraron algo que no había visto en ninguno otro reportaje. Presentaron el cadáver calcinado de un soldado romano. Estaba todavía parado en la puerta de vigilancia que le había correspondido ese fatídico día, con sus manos apulpadas a las armas que poseía.
    ¿Se imaginan? Mientras la tierra temblaba a su alrededor, mientras el humo y las cenizas volcánicas le ahogaban; mientras la gente gritaba y huía despavorida de la ciudad; ese soldado permaneció en su puesto esperando las nuevas órdenes de su centurión. Fue sorprendido en su puesto por la ola de lava ardiendo, piedras y gases mortales que traían su muerte; y allí ha permanecido por casi veinte siglos…como un testimonio al mundo de lo que la obediencia, responsabilidad y fidelidad significa.
    El soldado romano es una de las figuras alegóricas que el apóstol Pablo utiliza para describir la función de la Iglesia de Jesucristo en el mundo.
   Ciertamente Pablo sabía cómo era el comportamiento correcto del soldado romano; lo aprendió a través de todos los años que estuvo encarcelado, atado al cuidado de soldados romanos. Pablo dijo que de la misma forma en la que  los soldados romanos habían sido llamados al servicio activo por el Imperio Romano; y éste les exigía obediencia, responsabilidad y compromiso; Jesucristo nos había llamado a servir a Su ejército: el ejército del Reino, la Iglesia. Pablo dijo que la Iglesia es el gran ejército de Dios que va a las naciones y a los reinos de la tierra a arrancar,  a destruir, a desolar y derribar el reino opresor de las tinieblas; para luego levantarse a edificar y plantar el Reino de Dios y Su Justicia – 2 Ts. 2:3; 2 Co. 10:4; 1 Timoteo 1:18, 2:4; Jeremías 1:10..
    Ningún creyente puede decir que no ha sido llamado. Ninguno puede decir que no es un soldado del ejército de Su Reino; porque al aceptar a Jesucristo como nuestro único y exclusivo Salvador, inmediatamente fuimos enrolados en el ejército que combate el ejercito del enemigo de las almas; inmediatamente nos convertimos en enemigos de los enemigos de Dios. Por eso, no tenemos otra alternativa que guerrear; porque si no guerreamos el enemigo nos robará, nos hurtará, nos matará la vida abundante que Jesucristo compró por nosotros en la Cruz del Calvario- Juan 10:10.  
   El asunto es asegurarnos de estar alertas, de permanecer firmes en la fe; de portarnos virilmente, ser fuertes y valientes; porque no sabemos a la hora o el día en el que el Señor vendrá. Tenemos que asegurarnos de que cuando Él venga nos encuentre con las manos apulpadas a las armas espirituales que nos ha dado haciendo lo que Él nos ha mandado a hacer: servir– 1 Co. 16:13; Mateo 24:42; Marcos 13:33; Efesios 6:7-8..
Por: Griselle M. Trujillo  gtrujillo913@gmail

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